EL PUNTO DE ENFOQUE


Amar es atender, prestar atención, aprender a mirar con ojos amorosos. Si miramos desde nuestro centro, surge la confianza, elemento básico en las relaciones. Con ella construimos nuestros propios límites: damos atención y escuchamos. Esto es así en toda relación, pero ahora vamos a darle un enfoque  más paterno-filial.

Si estamos centrados y somos coherentes es más fácil la aceptación:...acepto tu territorio, acepto tu desorden, acepto tu oscuridad... Acepto que eso es tuyo, tú lo asumes, es tu mundo, tu cuestión a reparar o  aprender, es tu carga, y por eso, desde mi centro y por respeto a ti, no lo cargo yo porque yo no puedo vivir la vida por ti... Te amo, pero no quiero ni debo soportar tu lastre, porque si no, como padre o como madre, voy a estar condenado a soportar al hijo. 
En verdad, el padre o madre deben liberar. Soportar es todo lo contrario a la libertad. A veces nos relacionamos y nos soportamos, y a ese soportarse le llamamos confianza, cuando no tiene nada que ver con ésta. Confianza no es soportarte, ya que cuando te soporto, te sufro y si te sufro parto de la negación de tu identidad, niego tu Ser, niego tu propio espacio, y además, pierdo el mío.
Desde mi centro reconozco tu individualidad, reconozco tu territorio, reconozco que has elegido en la vida métodos para crecer, que, aunque para mi pueden ser dolorosos, no permitiré que me hagan sufrir; no me adueño de tus métodos, ni voy a construir otros para ti, porque sé que nadie más que tú los puede crear y experimentar.

De tal manera que ahí tenemos la primera lección de las relaciones humanas: si yo invado tu territorio, hago que pierdas seguridad y entonces no hay soporte para la relación. Un terreno seguro para una relación está hecho de confianza y de prudencia, donde cada uno tiene sus límites propios,  y aunque a veces  se intercambien, cada uno tiene su espacio y vuelve a su centro; esas serían unas relaciones sanas, sin perder ni invadir terreno.

Si yo soy un roble, no puedo pretender que mi hijo crezca a mis pies, ya que será un roble raquítico. Eso significa que dos robles no pueden crecer juntos. Debemos ver a nuestros hijos desde la distancia adecuada, hay una distancia óptima para que los dos se puedan reconocer: si estás muy cerca, lo estás viendo de una forma miope;  si estás lejos, de una forma hipermétrope. De cualquiera de las dos formas lo ves distorsionado. Es necesario que cada uno tenga su espacio para poder enfocar bien, buscar el punto de enfoque: el problema no es mi hijo, sino cómo lo veo. Pero.. ¿lo puedo mirar de otra manera? Sí, a eso se le llama libertad. Puedes adoptar otra posición al respecto, otra óptica. cambiar
el ángulo de visión: si te veo solo oscuro, te veo desde mi propia cara oscura; tú eres tú tal como eres, y si yo solo te miro a través del lunar que tienes, lo veo todo oscuro; pero tú no eres un lunar, tú eres tú.
Eres tú con tu multidiversidad, con todos tus ángulos y facetas. 
Si yo estuviera en mi centro, te vería con toda tu riqueza en la dimensión de tu ser; te querría hicieras lo que hicieras; sentiría en mí todo el amor que tus palabras no expresan; reconocería esa luz en tu mirada, aunque tu voz fuera airada. Todo esto lo podríamos reconocer si cambiáramos nuestro punto de vista. Si nos quedamos en la visión dogmática, puntual  y fundamentalista, solo somos jueces, todo es juicio y culpa.

Pero desde la visión de un orden mucho más sutil e implícito, reconocemos que el alma es lo que emerge en nuestro cuerpo. Entonces, yo siempre te acepto: acepto que cada quien está donde debe estar, en la parte del camino por donde está pasando, que yo no puedo sortear los obstáculos de tu camino, porque tropezaría contigo, tú debes hacer tu propio recorrido, las cosas están bien como están, no pueden estar mejor. Pero cuando las aceptamos, comienzan a cambiar, todo evoluciona: quien va un día hacia abajo, el otro día empieza a ascender; si te caes, escucha la voz del alma, alentándote a levantar, sino el ego es tu dueño.

Comprendemos entonces que todo empieza por nosotros mismos, cambiando nuestro enfoque. El trabajo siempre es desde nuestro interior, desde nuestro propio reconocimiento como seres esenciales multidiversos que somos.

EJERCICIO PRÁCTICO:
Vamos a interiorizar, a conectar con esa dimensión de elevada vibración que siempre está disponible en nosotros, nos guía, nos nutre, nos impregna, nos sana.
Observa tu cuerpo en la postura determinada y relájate, no tengas prisa, quédate en ti mismo, respira conscientemente. Observa el aire que recorre tu cuerpo de los pies a la cabeza, déjate ir con cada espiración (inspiración 6, retención 3, espiración 9, pausa 3).
Deja que la respiración se haga de forma habitual en ti y quédate en silencio.

Ahora, visualízate en tu relación con tu hijo. Observa tu forma de tratarlo y la respuesta de él. ¿Crees que puedes cambiar algo? Mírate a ti mismo reaccionando de forma distinta, observa el cambio en él. Practica estos cambios mentales y adquirirás un nuevo enfoque.
Toma una inspiración profunda y ahora observa qué es lo que piensas de tu hijo, ¿Qué creencias hay en ti, para que creas que lo que hace no es adecuado?.
Céntrate en ti, cambia el enfoque. Busca la distancia adecuada para ver a tu hijo, piénsalo y visualízalo capaz, fuerte, con infinitas posibilidades en el camino elegido por él, aunque para ti no sea el idóneo. LA LUZ DEL ALMA LO GUÍA, igual que te guía a ti.
Vuelve a tu centro, respira calmadamente y silénciate.

Muchas gracias por tu atención
Trabajo grupal para los lunes 16 y 23 de noviembre