Muchas veces
hemos hablado de los distintos espejos que nos encontramos en la vida para
poder conocernos. Esa es la parte principal en nuestro camino: conocernos. Conocernos sinceramente, no para reprocharnos o culparnos, sino para tomar las
riendas de nuestra vida. Vamos a comprender esto algo mejor.
Si miras tu
cuerpo, ves unas manos, unos pies, gran parte de tu cuerpo, pero hay zonas que
nunca podrás ver directamente: ¿puedes ver tu rostro? No, nunca ves tu cara ni
tus ojos, no ves tu mirada si no es a través de un espejo. Pues, al igual que
no podemos ver partes de nuestro cuerpo físico, tampoco podemos conocer gran
parte de lo que esconde nuestro subconsciente y, sin embargo, dirige nuestra
vida (se dice que en un 95%). ¿Qué es lo que se esconde ahí? Sobre todo nuestras creencias más
absolutas y arraigadas, como grabadas a “fuego”. Sobre todo lo
que tú crees como verdad, tu subconsciente te ofrece su concreción, y, para
conocerte, te brinda espejos que te lo muestren.
En ese subconsciente
hay programas y memorias procedentes de nuestra infancia, de nuestra vida más reciente, y de los miles de
años de evolución humana. Por supuesto, hay muchas alegrías y bondades, pero esas no
pesan porque están aceptadas y queridas, aunque no sean conscientes. También, y
esos pesan muchísimo, hay programas de dolor y sufrimiento que buscan ser
sanados. ¿Pero cómo lo hacemos si ni siquiera sabemos que existen?
Ahí está la
ayuda de los espejos. Tengo que mirarme en el otro porque a veces, yo solo no puedo
ver esa parte dolorosa. Habrá que observar, conocer y sanar ese sufrimiento
reprimido.
Hay un “cuerpo dolor” (como dice EckhartTolle), que es como un tigre dentro de nosotros, que aprovecha cualquier ocasión
para rugir o para depredar. Las ocasiones nos las brinda la vida a cada momento,
y no creas que lo puedes detener. Imagina un tigre parado ante un semáforo
rojo, imposible, para detenerlo tienes que encerrarlo. Tienes tres opciones: lo encierras, o lo dejas salir sin control, o
lo conoces y creas para él un camino de salida.
Si lo
encierras, te depredará a ti un día u otro. Si dejas que salga sin control,
depredará a los demás. Pero si lo vas conociendo y aceptas su fuerza, podrás
hacer que salga cómo y cuando tú quieras. Como nos enseña el Zen, el hombre se
hace amigo de la bestia salvaje y al final ésta lo conduce pacíficamente a
casa. Solo necesitaba comprensión, aceptación y Amor.
Esa energía
es muy fuerte, está formada por años y años de represión emocional. A medida
que por la propia evolución nos transformábamos en seres más sociales, íbamos reprimiendo el miedo, la ira,
la cólera, los celos, el orgullo, los sentimientos de culpa, de desamor, de abandono, etc.
Es importante
conocer lo que hay en cada uno, por supuesto sin culpas, pero sí
responsablemente: sin reprimir esas emociones, ya que su fuerza nos destruye,
pero tampoco dejarlas salir sin medida, ya que destroza a otros. Hazte amigo
del tigre, acéptalo, sé consciente de él
y canaliza esa fuerza, construye una salida controlada para el tigre, utiliza
esa fuerza para el bien común, dirige esa energía bien canalizada hacia la
correcta acción, conócete y escúchate. Da un sentido a esa fuerza y se hará tu
amiga.
Para eso nos
sirven los espejos. ¿Cómo me tratan? ¿Cómo reaccionan ante mí los demás? ¿Cómo
es mi relación con mi prójimo? La propia expresión de su tigre interno me
ayuda a entender lo que hay en mí, y así puedo yo conocer a mi tigre.
También me
ayuda observar mi propia reacción, ya que un tigre despierta al otro. ¿Cómo puedo
saber si esa reacción o forma de ser del otro me refleja? Cuando sus acciones
me afectan mucho (todo aquello que diríamos que no puedo soportar del otro) eso es lo
que está en mi de una forma u otra, en una u otra polaridad. Si soy excesivamente
estricto en algo, no puedo soportar la polaridad contraria. No es mejor una
cosa que otra, ya que estar en un extremo es rechazar al otro, y deberíamos llegar
a la integración, a la unión: ser como quiero ser sin rechazar lo contario.
EJERCICIO PRÁCTICO:
Busca tu
momento de práctica. Integra cada vez más ese instante en tu vida diaria, es la
conexión con tu maestro interior.
Observa tu
postura, mensajes de tu cuerpo, observa tu respiración. Haz respiraciones
integrales con pequeñas pausas entre inspiración y espiración (inspiración 6, retención 3, espiración 9, pausa 3).
Observa cómo te sientes
respirando conscientemente.
Relaja todo tu
cuerpo físico, agradeciendo su función. Aporta paz a tu cuerpo emocional y calma
a tu mental. Estás alineado, estás en paz. Siente esa paz en ti.
Repite tres
veces; YO SOY LA LUZ DEL ALMA, LA LUZ DEL ALMA SOY YO.
Ahora visualízate
y reconócete: mira tu vida, mira tu actitud ante ella, mira la relación contigo
mismo, mira la relación con el más próximo.
Observa todo
esto y quizás comprendas cosas que hasta ahora te han pasado desapercibidas,
pero sobre todo, no te culpes de nada, todo ha sido, es, y será como debe ser.
En el momento
en que somos conscientes de algo, grabamos esa experiencia como verdad. Sin
prisas, sin esfuerzos, solo cuando me doy cuenta puedo establecer un cambio
evolutivo.
Vuelve tu atención
al movimiento respiratorio, agradece y silénciate unos momentos hasta salir de
la práctica.
Muchas gracias
por tu atención.
Trabajo grupal
para los lunes 2 y 9 de noviembre.