ADAPTACIÓN

En este peculiar verano es importante nuestra adaptación: debemos reconocer que somos vulnerables, que no podemos controlar nada y mucho menos el clima, pero lo que sí podemos cambiar son nuestros hábitos.

Si te debes a un horario laboral que no puedes cambiar, adáptate con alegría y cambia aquello que sí puedas cambiar: elimina las pantallas y ruidos que puedas, duerme lo necesario, madruga un poco más y respira al aire libre antes de que salga el sol, desayuna ligero y natural, hidrátate, medita y agradece lo que trae la vida. Entonces darás paso a esa alegría interna que es innata en el ser humano y a la que las palabras, en forma de juicios que formulamos en contra de todo (hasta del clima), hacen que se mantenga escondida. Todo lo que oímos a través de los medios de comunicación y del entorno social, acentúa la sensación de calor y de todo lo que pueda distraerte.

Adaptémonos, no con resignación sino con alegría. Es verano, ¿qué esperabas? No te quejes tanto y cambia cosas, hasta el clima te ofrece una oportunidad de crecimiento.
Si no cambias tu rutina, tu alimentación..., cuando la vida te lo pide eres rígido y te crees invulnerable, caes en el perfeccionismo y te debilitas.
Rígidos como el cristal, nos rompemos; blandos como el agua, fluimos. La fortaleza en el hombre es fluidez, no resistencia.
Eso genera la inteligencia adaptativa, que es la más genuina de las inteligencias. Podemos ser muy inteligentes intelectualmente, pero si no nos adaptamos a la vida, de nada nos sirve la inteligencia.

Si no estás sometido a horarios concretos, organiza tu vida hacia silencios y pausas, céntrate en ti mismo, aprovecha el clima para cambiar tu (quizás excesivo) ejercicio físico por respiraciones suaves, ligeros ayunos, no bebas alcohol, acércate a la naturaleza y a la quietud. Entra en tu paz interior y agradece lo que vives porque todo es como debe ser.

Muchas gracias y buen verano.