NO BASTA AMAR

Todo cuanto existe es amor. Todo son manifestaciones del amor. El odio también es amor, aunque amor triste. El temor se define junto con el amor, como ausencia de éste. Todo son excesos, déficits o desviaciones del amor, porque es todo cuanto existe.
Sin embargo, no basta amar. De buenas intenciones están los infiernos llenos. Con buena fe o con buena voluntad hemos sobreprotegido a nuestros hijos; no basta la buena fe: los hemos educado de buena fe y no los hemos dejado madurar. Por exceso de amor les hemos generado tal dependencia que los hemos abocado a la inseguridad, agresividad, adicción, falta de valoración...

No es suficiente el amor, no basta amar, es necesario encauzar el amor. Es necesario tener luz en la mente y amor en el corazón. Es necesario dosificar el amor, conocer las estaciones de la vida: cuándo sembrar y cuándo recoger, sabiendo que esa siembra será la cosecha de otras generaciones.
Si siembras esperando ser tú el que recoges, estás renunciando a la ley del amor. No partes del centro generoso de atención que es el corazón, partes de tu periferia, y si siembras en tu periferia, quizás coseches economía, pero por supuesto, muchas tormentas.

El amor nace de la necesidad de amarme, en primer lugar, a mi mismo y, después, de reconocer la necesidad del otro. ¿Reconozco la necesidad de darme amor a mi mismo? Mientras no me impregne de amor, me ame tal como soy y me acepte íntegramente, no podré reconocer las necesidades de amor de mis hijos, de mi pareja, de mis amigos...
¿Reconozco esas necesidades? ¿Soy sensible a su sensibilidad?

En ocasiones, reprimimos nuestra sensibilidad porque el mundo es sensiblero y si somos sensibleros nos perdemos, porque estamos sujetos a la manipulación.
El “discípulo del sendero espiritual” (que soy, o que quiero ser), no se deja manipular. Reconoce la necesidad y ese reconocimiento de la necesidad hace que sea consciente de la de los demás, es el amor con discernimiento.

Cuando todo en mí está aceptado y amado, estoy en disposición de dar a cada quien según su necesidad: a mis hijos según su necesidad, a mi pareja según su necesidad, a mis amigos según su necesidad... Si doy más ese amor es tóxico, el amor en exceso es venenoso.
Reconócete sembrador de amor y por la noche, al acostarte, pregúntate ¿Cómo he amado?

El discípulo no solo da, también recibe. Negarse a recibir es orgullo espiritual, es falta de compromiso. Quizás no hay nada que evidencie más la humildad que estar dispuesto a recibir y a dar las gracias.

El amor también es exigente, de cada quien según su capacidad. Y si no te exijo según tu capacidad, no te estoy amando.
¿Reconozco tu capacidad? 
Si te doy, te enseño, te doy la mano, te ayudo a levantar y así aprendo yo. Dar sin enseñar es dañino, deteriora el amor y genera dependencia.

EJERCICIO PRÁCTICO:
Te propongo este trabajo de autoconciencia: aquiétate, silénciate, obsérvate, sé consciente de tu respiración. 
Instala un ritmo respiratorio: en la inspiración 6, en la retención 3, en la exhalación 9 y en la pausa 3. Sigue este ritmo unos minutos.
Ahora abandona el control de tu respiración y deja que fluya libremente.
¿Me amo tal como soy? ¿Amo mi cuerpo tal como es? ¿Reprimo o canalizo mis emociones? ¿Tengo apertura mental?

Para amar coherentemente a los demás, debes empezar por ti.  Debes ser consciente de tus propias necesidades de amor hacia ti mismo. 
Silencio, observa.
Entonces brota en ti la capacidad de dar a los demás según su necesidad y de exigirles según su capacidad. Eso es amor.

Trabajo grupal para los lunes 5 y 12 de mayo.
Gracias por tu atención.