AMAR XI: EL MERCADER


Érase una vez una mujer que se dirigía al mercado. Ya en él, se dio cuenta de que en uno de los puestos el mercader no era otro que Dios mismo.
Mujer:  ¿Eres Dios?
Dios:     Sí mujer y vengo a darte todo lo que necesitas.
Mujer: Pues, ya que es así, te pido amor, salud, belleza, abundancia, paz, armonía, riqueza, larga vida sin dificultades, felicidad, y no solo para mí, sino para todos los míos.

Dios, con mirada benevolente, le dice: Mujer, te has equivocado. Yo no vendo frutos, vendo semillas.

Semillas = Oportunidades.
Si estamos alerta, eso es lo que la vida nos brinda constantemente, pero la mayoría de veces nos pasa desapercibido.

En su encadenamiento de vidas, el alma humana, olvidando lo que Es, ha grabado programaciones de separación que se han inscrito en su código genético, generando estados de dolor y sufrimiento, entre ellos y como más importantes: culpa, no merecimiento y miedo, de los que se derivan muchos más.

Esto está en todo ser humano desde siempre. Algunos pueden creer que ellos no sienten así, pero prueba de ello son hechos dolorosos que se presentan en la realidad que viven.

Hoy hablaremos de la culpa. 
El no merecimiento y el miedo, los trataremos en los dos escritos próximos.
Todo son estados mentales, pero se hacen tangibles en nuestra realidad. La culpa genera un sentimiento que se autoregenera constantemente y, el ser humano en su estado de ignorancia (avidya), atrae un castigo con el que cree “pagar” esa culpa. La paradoja es que la culpa, como hemos dicho, es solo una creencia mental, pero hasta que esa creencia no cambie, inconscientemente atraerá un castigo tangible, que se puede manifestar en diversas formas: enfermedad, rupturas, ruinas, carencias, etc.

¿Cómo liberarme de esa creencia? Saliendo de ese estado de ignorancia, creyendo en lo que Somos y mirando sin juicios, el reflejo que la vida nos brinda, dibujando, viendo, sintiendo la inocencia en los demás (reflejos).
Yo no puedo sentirme inocente si veo a los demás culpables.
Lo que doy al otro a mi mismo me lo doy. Esa es la Ley.
Si quiero conseguir el fruto, el Mercader me proporcionara la semilla, la oportunidad.
Si deseo librarme de esa programación, la vida pondrá ante mi presuntos culpables, esa será la oportunidad para que yo los vea inocentes.
Pero debo ver la inocencia en todos. Un solo gesto de culpa hacia alguien sigue afianzando en mí la culpa y, por consiguiente, el castigo que yo mismo me atraigo.

Quizás no lo encuentres fácil, quizás hay personas que, por sus hechos, no los puedas ver inocentes.
La programación que llevamos está muy arraigada y pertenece a todo un colectivo, pero no es imposible el cambio y, además, es el único medio de salir de este doloroso condicionamiento.
No podemos juzgar las acciones humanas. Nuestra mente concreta y limitada no puede alcanzar a comprender qué es lo que puede llevar al ser humano a cometer actos de mucho dolor; lo único que podemos hacer es no juzgar, no tomar partido, no separar.

Eso no es contrario a seguir las leyes instituidas y que los “aparentes” culpables cumplan su pena en la sociedad.
Tú quizás puedas ser juez; tu deber en el mundo es hacer cumplir la ley y así debe ser; pero dentro de ti, desde tu Ser, en tu corazón, no debe haber juicios, debes ver la inocencia en el otro, hacerla tuya y expandirla hacia el colectivo.

La vida te presentará situaciones de acciones muy dolorosas, en las que antes tomabas partido y juzgabas.
Poco a poco, si así lo decides, lo verás de otra forma, te dolerá el sufrimiento ajeno, pero dejarás de ver la culpa, no te atreverás a juzgar lo que veas, ya que sabes que todo son un sinfín de causas y efectos.

La ignorancia de lo que Somos, es la gran causa de las acciones más terribles, intenta no juzgar, un agresor es tan víctima como un agredido.
Si comprendes todo esto, poco a poco la semilla que siembres será de inocencia, dejando de atraer castigo.



EJERCICIO PRÁCTICO:
Busca tu momento de silencio, de sentir tu Ser más profundo, sigue el ritmo de tu respiración y únicamente Sé.
Cuando estés en alineación física – emocional – mental, trae a tu mente alguna situación reciente, en la que hayas juzgado culpable a alguien, observa la sensación que te produce.
Seguramente, esa sensación es incomoda, es la sensación de contracción que produce creer en la culpa.
Ahora, mira la misma situación sin juicios, en silencio y envolviéndola en Luz.
Tu plexo solar se expande y ayudas a expandir la inocencia. 
Silencio.

Muchas gracias por tu confianza.