EL NIÑO INTERIOR

Un niño, cuando nace al mundo, aunque su densidad kármica lo ha atraído a la manifestación, es infinito potencial de Divinidad y Amor puro. A medida que crece, su entorno (personas, cultura, sociedad...)  puede ayudar o no a que se desarrolle ese gran potencial.
Por lo general, ese entorno contribuye más a que vaya construyendo barreras, y a que el niño, poco a poco, reprima ese potencial con el que venía.
Los padres, creyendo hacer lo mejor para él, le imponen normas, cultura, le enseñan lo que esta “bien” o “mal”. Le dan una “buena educación”, sin ser conscientes de que reprimen toda la espontaneidad y el potencial ilimitado con el que viene. Por supuesto, eso en el mejor de los casos, ya que se podría hablar mucho de infinidad de casos de rechazo, indiferencia, mal trato, etc.
Poniéndonos en lo mejor, los padres intentarán hacer lo que sea para que este niño sea lo más eficaz posible al mundo en el que ha nacido, pero siempre a costa de reprimir ese gran potencial de luz. El niño crece con necesidades no satisfechas, sentimientos no expresados, culpas por su comportamiento, etc.
Los padres no son conscientes de todo esto, ya que ellos mismos arrastran un déficit similar. Todo esto constituye un cuerpo de energía escondido pero vivo, Jung le llamó “niño interior”.
Ese potencial está llamado a desarrollarse y a expresarse un día, pero ahora vive en la sombra de todo ser humano como parte aflictiva, reprimida y dolida. Si no somos conscientes de ese “niño interior”, éste intentará mostrar su aflicción en nuestras experiencias de vida, hasta que lo reconozcamos y lo integremos en nosotros, ya que es el puente que une nuestro yo personal y nuestra Divinidad.

EJERCICIO PRÁCTICO:
Busca tu momento y tu espacio, siente tu respiración.
Relájate y toma conciencia de tu cuerpo.
Haz una cuenta descendente del 10 al 0, relajándote cada vez más.
Al llegar al 0, te visualizas en una sala y tomas un pasillo que hay a tu izquierda, con diversas puertas de colores a ambos lado. Al llegar al final del pasillo te encuentras en la calle donde viviste hasta los 7 años, caminas y observas la casa donde vivías. Por la puerta sale un niño pequeño, te identificas con él, le ofreces tu mano y le escuchas. Pon atención a lo que te dice, sin juzgar nada.
Silénciate.

Hoy es un primer contacto. Poco a poco, tu niño te expresará todo lo que reprimió y se integrará en ti. 
Sigue con tu práctica.

Muchas gracias por tu confianza.