MENS SANA IN CORPORE SANO

Como dice la cita latina, la mente dirige al cuerpo. A la coherencia mental le sigue una coherencia emocional y física. No podemos sentirnos bien emocional y físicamente si nuestra mente no esta serena.
Hoy me gustaría hacer referencia al modo de pensar y sus efectos sobre el cuerpo.
Podríamos decir que el cuerpo es el servidor de la mente, obedece sus órdenes, ya sean elegidas deliberadamente o de forma automática. A la orden de pensamientos perturbadores, el cuerpo se hunde en la enfermedad y el decaimiento; a la orden de pensamientos agradables, se recubre de juventud y belleza.
La enfermedad y la salud, como circunstancias concretas que son, tienen (como todo) un origen mental.
Se han hecho estudios que hablan del poder que ejercen sobre el cuerpo los pensamientos de temor, capaces (en un grado extremo) de matar a un hombre tan rápidamente como una bala;  y sigue muriendo gente de miedo, aunque de una forma más lenta, pero igual de segura.
La ansiedad que se vive hoy día es una puerta abierta a la enfermedad. Los pensamientos reiterativos de inseguridad y temor atacan el sistema nervioso. Los pensamientos sanos y felices crean un cuerpo vigoroso y ágil. El cuerpo es un instrumento muy delicado y moldeable que responde a los pensamientos que le afectan, los cuales producirán en él efectos de salud o de enfermedad.
Claro que alguien se puede preguntar, si la enfermedad se origina en la mente, ¿cómo es que enferman o nacen niños con disfunciones graves? Eso podría ser tema de otro escrito, pero creo que en nuestra trayectoria evolutiva como seres humanos, hemos ido creando vínculos y sembrando semillas que germinan cuando las condiciones son adecuadas: si un niño nace con dificultades o enferma de pequeño, no sabemos en qué punto de su evolución se instaló en su conciencia la causa, la semilla que ahora germina en forma de disfunción. Son momentos evolutivos que debemos superar y, cuando se trata de un niño, esas experiencias de superación son para gran parte de su entorno familiar.
El ser humano, mientras su mente sea dispersa y miedosa, verá sus efectos en el cuerpo; si nuestro corazón es limpio, nuestra vida y nuestro cuerpo serán limpios, pero si nuestra mente es ansiosa, celosa, rígida, miedosa, etc, también veremos sus efectos en nuestra vida y en nuestro cuerpo.
Hoy se realizan gran cantidad de operaciones estéticas, pero eso es como si al mirarnos al espejo quisiéramos arreglar la imagen que vemos en él, absurdo ¿no?
Las dietas, las cuales están a la orden del día, no te ayudarán si no cambias tu forma de pensar; entonces esos nuevos pensamientos te llevarán a una coherencia alimenticia.
Si quieres perfeccionar tu cuerpo, vigila tu mente. Si quieres renovarlo, embellece tu mente. Los pensamientos de malicia, envidia, decepción y desánimo le quitan salud y gracia al cuerpo. Una cara amargada no lo es porque sí, es la imagen de pensamientos agrios y amargados. Las arrugas son el efecto de pensamientos disparatados, de excesiva pasión y orgullo.
Hay personas muy mayores que tienen la cara viva e inocente, solo con las arrugas propias del gesto, fruto de un buen carácter, y, si lo observáis, hay personas jóvenes, con un entrecejo muy profundo y con bastantes arrugas propias de un carácter pasional, orgulloso y descontento.
De la misma forma que no se puede tener una casa acogedora sin dejar entrar la luz del sol  y el aire en sus habitaciones, un cuerpo sano y un semblante feliz y sereno solo pueden ser fruto de admitir en tu mente pensamientos de alegría, de aceptación, de bondad y de serenidad.
Una de las mejores terapias para el cuerpo es tener pensamientos alegres. Te sientes confortado cuando haces uso de tu voluntad para iluminar las sombras de pena y dolor. Vivir continuamente con pensamientos de rencor, envidia, cinismo y sospecha es como vivir en una cárcel construida por uno mismo.
Debemos tener en cuenta que toda circunstancia que vivimos tiene dos polaridades: el pesimista siempre mira el lado oscuro, el optimista se inclina por el lado más claro. Sin embargo, deberíamos tomar perspectiva y darnos cuenta de que ese todo está formado por ambas partes, verlo todo de una forma coherente y sin miedos, ni creer que estás en un pozo, ni en una nube...vivir las experiencias que surgen día a día y de toda índole (el fruto de la semilla) con plena conciencia y sin dejarte invadir por pensamientos sin sentido del momento presente. Lo que acontece es un hecho y si intentas “pensarlo” de otra forma, surgirán en ti las infinitas posibilidades para poderlo vivir de una forma coherente, y eso se reflejará en tu rostro.

EJERCICIO PRÁCTICO:
Como haces habitualmente, busca tu momento y tu espacio de silencio. Atención a tu respiración. 
Cuando te sientas plenamente relajado y observes tu coherencia física, emocional y mental, visualiza en tu vida cotidiana una vivencia que en este momento te haga estar algo intranquilo. 
Sé consciente ahora de lo que piensas en relación a ello.
De ese pensamiento...¿ surge alguna emoción incomoda?
Vuelve a tu pensamiento y cambia la imagen de ese hecho que te perturba. Visualiza el hecho como quisieras que fuera.
Observa ahora qué emoción o sensación desencadena esa nueva imagen.
Vuelve a tu respiración y sé consciente de que si tus pensamientos son de aceptación e integración, no importa la experiencia que vivas, la serenidad y la paz se reflejarán en ti. Silencio.

Gracias por tu atención.