UN MUNDO DE MÁSCARAS

El tema que os propongo lo trataremos más de un día.
Para comenzar, hoy podríamos reflexionar sobre la máscara que nos ponemos dependiendo de la acción que realizamos.
En cada momento y situación adoptamos un comportamiento diferente, seguramente no somos conscientes porque es tan habitual que forma parte de nuestro vivir cotidiano.
Tenemos objetivos y metas, tenemos el “deber ser” o el “debería ser”, y para eso tenemos una máscara que hemos construido, una máscara de orgullo espiritual, una máscara de ciencia, de conocimientos, máscara de poder, de placer, de sinceridad?... un ego exterior que mostramos al mundo y que nos proporciona una estrategia de adaptación, la cáscara, el barniz que le mostramos al otro para enamorarlo o atraerlo, para “quedar bien”.
Para cualquier forma de relación con los demás (incluso con familia de confianza, hijos, padres, pareja, etc.) inconscientemente, o no, disponemos de determinada máscara. Funcionamos como adultos, pero en realidad ¿no somos un “producto adulterado”? ¿dónde quedó la pureza, la naturalidad, la espontaneidad?
Para cada rol de nuestra vida tenemos a punto determinado barniz, el ego aprende a disfrazarse para poder subsistir, para protegerse, para relacionarse educadamente.
Bajo esa máscara, existe el ego al desnudo, nuestros impulsos, nuestras tendencias, nuestra sombras, nuestro egoísmo, emociones reprimidas, percepciones de dolor, de abandono, cosas que hemos juzgado como negativas, un cúmulo de cargas que arrastramos desde la infancia, desde que comenzamos a dejar de ser espontáneos y naturales. Cargas individuales y del colectivo humano, memorias que desde siempre están ocultas en el subconsciente humano.
Los adultos de nuestro entorno (padres, educadores…) nos formaron y educaron para ser hombres y mujeres de  “provecho”, para ser útiles al mundo y, con la creencia de hacer lo mejor por nosotros, nos implantaron normas culturales y sociales que grabamos como verdades auténticas, reprimiendo lo más natural y, a la vez, sintiendo culpa, no merecimiento y miedo por no ser como se esperaba de nosotros.
Todo esto forma un cuerpo de energía, que, aunque esté oculto, está vivo y tiene mucha fuerza, se ha hecho resistente a todo, existe en la sombra, en el subconsciente, se le llama de diversas formas: niño interior, cuerpo dolor (como le llama Eckhart Tolle), la sombra, el subconsciente, etc.
Sin embargo, mucho más allá, en lo más recóndito de ti, en el fondo de tu corazón, en la expresión más real del alma, está tu Unidad, tu Ser Esencial, lo que en verdad Eres, el verdadero Significado y lo que da sentido a tu vida.
El problema es que desde la máscara es imposible reconocer al Ser; que si no aceptas tu sombra, no puedes reconocer tu Luz; si no pasas a través de esa capa intermedia del ego con todas sus programaciones, no puedes acceder al núcleo de tu Conciencia interior.
Ya tenemos un punto de partida y es la aceptación de ti mismo tal como eres, pero ahí no vale ponerse una máscara de aceptación, tienes que profundizar y conocer lo que está en tu sombra, reconocer al niño interior y darle la mano para llevarlo a la Luz, ese es el camino hacia lo que en realidad Eres.
Si nos sigues en el blog, intentaremos ir desarrollando todo esto. 
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Ejercicio práctico:
Comienza de una forma sencilla, pero constante. Decide conocerte sin máscaras, sin prisas, sin pausas, dispuesto a aceptar lo que descubras sin poner etiquetas.
Busca un espacio tranquilo y sigue unos minutos observando tu respiración.
Si surge alguna sensación o emoción, observa sin juicios, sin culpas, deja que aflore, no reprimas, sigue observando con aceptación y agradecimiento.
Silencio.