EL ORIGEN DEL SUFRIMIENTO

En escritos anteriores hablamos de la condición del alma al encarnar (Bhagavad-gita).
Desde la ciencia ya se habla de la conciencia. Desde la filosofía budista la conciencia es eterna, todo es manifestación de esa conciencia. Desde los Vedas, el alma (principio de vida), según el enfoque de su conciencia, está sujeta a los ciclos reencarnatorios hasta que logre salir de la ignorancia; o sea, que se nos anuncia nuestro estado de condición o no-libertad para escoger las experiencias de vida, pero se nos dice también que nuestro destino es salir un día de esa condición.
Jesús hablaba de resurrección como esa experiencia de liberación del alma, despertar a la nueva conciencia de Unidad (“el Padre y yo somos Uno”), ya que, si no “resucitamos”, aunque nos creamos vivos, seguimos “muertos”, seguimos con la condición o peso en el alma que nos hace volver, nuestra propia densidad vibratoria nos hace volver a “caer” y buscar una nueva forma donde experimentar en el camino hacia el recuerdo de lo que Somos, hasta que nos vayamos “descubriendo”, es decir, hasta que salgamos de la ignorancia o despertemos, hasta que resucitemos, hasta que elevemos nuestra vibración hacia la Unidad.
Aunque, naturalmente, para salir de este condicionamiento primero hay que saber y creer que se esta en él, pero el ser humano es ignorante de todo esto y de esta forma, mientras no sea consciente, no hará nada por salir de ahí. El ser humano cree en la aparente separación que ve y esa creencia generadora de sufrimiento se ha hecho tan fuerte, que se ha grabado en su ADN constituyendo parte de su código genético y condicionando así su libertad, y, como dice San Pablo: “descubro en mi esta ley, queriendo hacer el bien es el mal el que se presenta”.

Como ahora ya sabemos un estado mental e intangible origina la realidad concreta que vivimos, nuestra vida cotidiana, todo lo que percibimos con nuestros sentidos, tangible e intangible, como el dolor o el placer, o el sonido, o la alegría o el sufrimiento, todo constituye nuestra realidad concreta.
Hasta ahora creíamos que la causa de nuestro sufrimiento tenía nombre y apellidos, personas o situaciones concretas, y ahora descubrimos que el origen de nuestro sufrimiento es mental. También lo es la alegría y toda la belleza que percibimos, pero ahora nos importa el sufrimiento.
La causa de cualquier forma de sufrimiento (y de cualquier otra forma) es un estado mental. La causa no es una determinada persona o circunstancia. Nunca otra persona o situación puede ser la causa de nuestro sufrimiento; la causa de nuestro sufrimiento es la condición que pesa en el alma, un estado mental. La persona que nosotros creíamos la causa, es solo un intermediario, con lo cual, si no estuviera ella, habría otra, porque mientras haya una causa mental de sufrimiento (inconsciente individual y/o colectivo) éste aparecerá en nuestra vida, lo traerá quien sea. El origen siempre es mental y es algo que está en nosotros, en nuestra mente y mientras siga ahí siempre aparecerá algo o alguien que lo concrete. Como dice el budismo, si hay sufrimiento en el mundo, alguien lo sufrirá. Mientras haya causa, habrá efecto.
Podría servirnos el ejemplo de un pintor que recibe una inspiración y materializa su obra. El origen de esta obra no es el pintor, sino la idea (estado mental) que el pintor (intermediario) materializó (obra manifestada). Sin el estado mental previo, el pintor nunca podría realizar esa obra.
Si en nosotros no hubiera un estado mental de sufrimiento, no se podría concretar en nuestra vida; las personas o situaciones son simples intermediarios.
Si nos vais siguiendo, más adelante hablaremos de lo que compone este condicionamiento que pesa en el alma y que nos lleva, como si estuviéramos programados, a determinadas acciones y/o situaciones sin poderlas evitar.
Esto es independiente de que seamos o no creyentes, o de que seamos de alguna religión o de ninguna… ¿somos seres humanos?, pues nuestra alma esta condicionada, pero, recordemos que nuestro destino es salir algún día de este estado de condición.
Cuando nuestra conciencia se abre a todo esto, nos damos cuenta de que la vida nos ofrece constantemente experiencias de crecimiento y poco a poco dejamos de culpabilizar y culpabilizarnos.

EJERCICIO PRÁCTICO
Busca tu espacio de interiorización, respira y entrégate al momento presente. Lleva tranquilidad a tu cuerpo físico, paz a tu estado emocional y calma a tu mente pensante; determina una alineación coherente en ti y observa tu estado interior sin juicios de valor.
Yo, (nombre propio), decido observarme sin juicios
Yo, (nombre propio), ¿conecto con alguna forma de sufrimiento? Observo
Yo, (nombre propio), decido observar ese sentimiento, sentirlo y mirarlo sin más y sin buscar culpables.
Toma conciencia de lo que surge y poco a poco la Luz ilumina la sombra.
Decreta de todo corazón, el fin del sufrimiento y del origen del sufrimiento en todos los seres. Da las gracias, sal lentamente de esta interiorización.
Gracias por vuestra atención