LA ALIMENTACION Y LAS EMOCIONES

Resumen de la conferencia de José Mª Villagrasa, ofrecida el pasado 15 de Julio de 2008

Para hablar de la alimentación, antes vamos a observar cómo nos sentimos en este momento de la charla, en el que, seguramente, estamos haciendo la digestión. ¿Sentimos pesadez, acidez, sueño…?, Esto sería síntoma de que no estamos haciendo bien la digestión por alguna causa, como por ejemplo comer muy rápido, o en exceso, o con ansiedad, o sin hambre, solo por el hecho de que es la hora de comer, o sin ser conscientes de lo que comemos, escuchando la tele o leyendo, o hemos comido alimentos muy procesados que quizás son comestibles, pero no son alimentos nutritivos, ni son naturales, también es importante la forma de cocinarlos.

Si cuando hacemos la digestión nos sentimos ligeros y llenos de energía, es señal de que nos alimentamos correctamente. Nosotros recibimos energía, la transformamos, la asimilamos y la volvemos a enviar hacia afuera en forma de pensamientos, actitudes, emociones, etc., Comer en tensión bloquea la digestión y, generalmente, eso es bastante habitual, pero seguimos sin ser conscientes del acto de comer. Es muy importante la actitud psicológica: a veces estamos comiendo, oímos cualquier noticia que nos impacta, y tanto si nos gusta como si no y por muy cuidada y natural que sea nuestra alimentación, se produce un bloqueo en las hormonas responsables del proceso digestivo del que no somos conscientes.

Otra cosa es que generalmente tampoco agradecemos estos alimentos. El agradecimiento, la bendición de la mesa, el silencio antes de comer, tienen el poder de cambiar la información de esos alimentos y de transformarlos en lo mejor para nosotros.
Se hace también cada vez más habitual, sobre todo en gente joven y no tan joven, la cultura del “bocata”: es rápido, nos permite seguir con la actividad que estamos haciendo, todo menos ser conscientes del acto de comer y si no nos gusta, lo tiramos a la basura, porque en el “primer mundo” en el que vivimos, pronto encontraremos otro.

Si no tenemos tiempo de comer en el momento destinado a ello, lo mejor que podemos hacer es no comer, o bien, dejar esa actividad que nos quita tiempo para comer, no intentar comer deprisa para hacerlo todo, si es imprescindible lo que tenemos que hacer, tomamos unas respiraciones profundas, tragamos saliva varias veces y cuando terminamos esa actividad, comemos tranquilos y conscientes.

Otro factor en contra de una buena alimentación es todo lo que tiene que ver con la contaminación electromagnética, como las microondas (ondas electromagnéticas de una frecuencia no perceptiva para el ser humano), y todo lo que éstas generan; si tuviéramos la percepción que tienen los escarabajos o las hormigas (la proliferación de esos insectos es indicio de ondas electromagnéticas), por ejemplo, sentiríamos toda esta contaminación en la que nos movemos y con la que nos alimentamos. Aunque creamos comer bien, si comemos ansiosos y en ambientes contaminados, tenemos déficit de energía y creemos que la solución es comer más.
También se cree que si se hace un trabajo físico más activo, se tiene que comer más y surge en nosotros un personaje que se cree que tiene que comer mucho. Sin embargo, si metabolizamos bien la glucosa, si respiramos bien, si combinamos bien los alimentos y asimilamos los nutrientes sin ansiedad y de forma equilibrada, no habrá necesidad de comer en exceso, evitando así a nuestro organismo, el problema que significa deshacerse de esos excesos.

Como estamos viendo, generalmente, comemos en exceso. Por costumbre o por ansiedad, una persona ansiosa necesitará comer mucho porque la ansiedad le hace quemar mucha energía y buscara exceso de hidratos de carbono, casi siempre refinados y por mucho que coma se sentirá cansada.
Nuestros abuelos, bendecían la mesa; eso era una forma de cortar con el trabajo anterior y disponerse a comer, generalmente toda la familia y sin tele. Los alimentos no eran industrializados y las digestiones se hacían mejor. Todo cambia, pero tenemos en nuestras manos el poder realizar el acto de comer de una forma mucho más armónica, para bien de nuestro organismo.

Pero, preguntémonos por qué tenemos estos hábitos, por qué hemos perdido la capacidad que tienen los animales en su estado natural, de saber escoger los alimentos que les van bien y en el momento que lo necesitan, sabiendo diferenciar, lo que es solo comestible, de lo que es alimento nutriente. Se podría decir que el dejar de vivir de acuerdo con la naturaleza, el enfocar la conciencia hacia el exterior, hace que esas capacidades de observación interior se vayan quedando como en un estado latente, que naturalmente podemos recuperar.

Sin embargo, no podemos cambiar nada que no creamos que podemos cambiar. El primer punto es observarnos; una persona que esta tranquila, relajada y amorosa es una persona que come poco, la comida excesiva es un escape de otras situaciones, ansiedad, frustración, carencias afectivas, etc. que enfocamos hacia fuera, nos decimos, “si mis hijos fueran felices, yo sería feliz y no tendría esta ansiedad que me provoca comer”, “cuando ellos estén bien, yo estaré bien”. No sabemos o no tenemos en cuenta que siempre todo está bien; otra cosa es que sea como a nosotros nos gusta. Si detectamos que alguien muy allegado no lo está pasando bien, haremos bien en ocuparnos, sin invadir su espacio, siendo conscientes de que aunque sean nuestros hijos, tienen su vida, y no preocuparnos, ya que eso no nos ayuda ni a nosotros ni a los demás.

Volviendo a nuestros hábitos alimenticios, tema importante es el comer o no carne. Se ha hablado de la capacidad de los animales en estado salvaje de saber escoger lo que necesitan. Se han hecho estudios en las vacas, éstas mientras pastan al aire libre y encuentran pasto, se alimentan perfectamente, sin embargo, se sabe que si se les da pienso, a veces se les inyectan tranquilizantes, para que la vaca sedada, coma lo que le interesa al ganadero por… lo que sea, muy lejos de lo que ella escogería para alimentarse.
Desde luego, se puede vivir sin comer producto animal, pero si lo hacemos, mejor en poca cantidad y sabiendo su procedencia. La tecnología nos permite observar el aura alrededor de un grano de cereal, es la energía viva y eso, desde luego, no pasa con un trozo de carne.
Para conseguir una tonelada de carne se necesitan veinte toneladas de grano, o sea, que comiendo la carne nos comemos el cereal a través del animal, mas sus correspondientes toxinas (del animal), como si comiéramos de “segunda mano”.
A finales del siglo XIX se hizo una gran promoción del consumo de leche porque había un exceso de ganado. Anteriormente, el consumo de leche no era propio de ninguna cultura, pero se idealizo la imagen del lechero dejando la leche en las casas, solamente por intereses económicos, se estimuló el consumo de leche, como producto esencial. Ahora ya se sabe que no es así, pero ha quedado el hábito de consumo.
Estudios sobre el ADN revelan la memoria en el núcleo celular de los animales, que persiste un tiempo después de muertos. Si estos animales han vivido y han muerto sufriendo, pasa a nosotros esa información de sufrimiento al comer su carne, esto se observa menos en los peces, pues esa memoria celular es mínima.

Otra información basada en el ADN de los alimentos es la que se refiere al lugar donde vivimos, a la estación y al clima que tenemos. En el centro del núcleo celular se sabe que hay luz e información, que los alimentos que se dan en nuestro entorno más cercano son los que llevan la energía e información nutricional más adecuada para nosotros, por ejemplo, un mango de Venezuela, no tiene la luz y la información genética que nos va bien a los que vivimos en un sitio frío, para eso haría falta que viviéramos un tiempo en Venezuela, para que nuestras enzimas digestivas, entendieran la información de esa fruta y de como la tendrían que transformar para que nos nutriera a nosotros.
Cada uno de nosotros tenemos unas necesidades genéticas y del clima en el que vivimos. Nuestras enzimas digestivas son las encargadas de extraer de cada alimento lo que necesitamos, si comemos de acuerdo con nuestra genética y nuestro clima, a esas enzimas no les costará nada dirigir las operaciones de transformación de los alimentos en sales minerales, grasas, vitaminas, hidratos o proteínas de un alimento de nuestro entorno, ya que ya llevan esa información, ya lo saben hacer, pero les va a costar mucho transformar para nosotros la glucosa de ese mango, en la clase de glucosa (diferente luz e información) que necesita nuestro cuerpo viviendo en un clima totalmente opuesto.

Hay tópicos también con el agua: beber en exceso o beber mientras comemos, tampoco ayuda para nada a la digestión. Si orinamos bien (entre 1 ½ y 2 litros) y de buen color y olor, estamos bebiendo correctamente. El color y el olor de la orina nos dice muchas cosas de nuestra salud.

Otra cosa importante es comer alimentos vivos. En muchas tumbas egipcias y etruscas se han encontrado semillas que ahora todavía han germinado, se ha mantenido la vida por más de tres mil años. El grano era la alimentación básica de los antiguos ejércitos, les daba esa energía de luz e información de vida.

Comencemos a adaptarnos a lo que tenemos. Seamos conscientes, el problema no es comer esto o lo otro, sino el saber porque lo hacemos, conocernos, no cambiar las cosas sin ser conscientes de lo queremos cambiar y del porque; seguir un proceso de autoconsciencia y no sacar un clavo para inmediatamente poner otro, ya que al cabo de un tiempo seguiría todo igual.
Concretando, comamos cuando sintamos hambre y bebamos cuando tengamos sed, escojamos alimentos variados de acuerdo con nuestra genética y nuestro clima, alimentos vivos y lo más completos posible, granos integrales, fermentos, germinados, verduras del tiempo que nos proporcionaran la energía y la humedad necesaria del momento, las proteicas legumbres, fruta más o menos según la estación, quizás algo de producto animal, etc., seamos conscientes de lo que nuestro cuerpo necesita.

La ansiedad, y no la necesidad, nos lleva a excesos de comida y bebida. En la fachada del ayuntamiento de un pequeño pueblo había un letrero que decía “entre bares y tabernas más de doscientas y ni una sola biblioteca” la paradoja seria “estoy ansioso, me emborracho y me olvido”. Estamos todo el día corriendo para ir a ningún sitio o para hacer muchas cosas importantes que en realidad no lo son. No sabemos estar ni un instante con nosotros mismos y darnos cuenta de lo que necesitamos, pero de esto también podemos aprender, lo importante no es ser tan inconscientes, lo importante es saber porque lo somos y decidir si lo queremos cambiar o no.

Nuestro cuerpo siempre busca el equilibrio. Tenemos una emoción fuerte y el estomago se cierra, en ese momento no va bien comer. Escuchémonos.
En realidad venimos a este planeta literalmente a perder el tiempo, cuando somos conscientes de nuestros actos, cuando somos felices haciendo lo que hacemos, cuando estamos en paz con nosotros mismos, perdemos la noción del tiempo, el tiempo es una ilusión.
Reencontrémonos, pensemos todo esto, sobre todo cuando estamos viendo que en estos momentos media humanidad se muere de hambre y la otra media de exceso.
Podemos también investigar los alimentos que nos van bien, dependiendo de nuestro grupo sanguíneo. Somos lo que comemos.

EL HOMBRE SABIO COME LO QUE CABE EN EL HUECO DE SU MANO