EL RECHAZO

Si observamos la vida nos damos cuenta de la cantidad de metáforas que se nos presentan para poder aprender de nosotros mismos.
En estos tiempos del reciclaje, vemos que en la mayoría de ciudades hay recipientes distintos para distintas materias, y, como todos somos muy “ecologistas y solidarios” con el medioambiente, en casa también separamos los desperdicios para poder reciclar. Casi necesitamos una pequeña habitación para todas las separaciones que tenemos que hacer.
Sin embargo, quizás esa tranquilidad que nos da el creernos protectores del planeta hace que, por otro lado (ya que todo es dual), gastemos y acaparemos en exceso toda clase de materiales, (…como luego lo reciclo…). Además, resulta que de todo lo que compramos, ya sabemos que utilizaremos (si es que lo utilizamos) generalmente una mínima parte, porque todo lo demás son envoltorios. Envoltorios en los cuales se ha gastado mucho dinero y energía, pero que, al llegar a casa, inmediatamente, nos deshacemos de ellos, con el correspondiente y excesivo gasto de energía.
Quizás, si todos fuéramos más conscientes, tanto los industriales, como los consumidores, no haría falta gastar tanta energía en deshacernos de algo que, seguramente, en un tanto por ciento muy elevado, no nos hace ninguna falta.
Y…observemos más: nuestra idea es separar. Separar para olvidarnos de nuestro excesivo consumismo y tranquilizar nuestra conciencia: esto aquí y aquello allá, en general lo tenemos claro. Pero…cuando tropezamos con algo que se supone que no tiene reciclaje ¿qué hacemos? Observémonos mentalmente en esa situación: -¿esto qué es? ¿dónde va esto?- Lo miramos por dentro y por fuera varias veces y… -fuera, no sé qué hacer con esto, al rechazo- Y así nos quedamos tan frescos, y con la creencia de haber actuado correctamente, nos lanzamos a consumir, porque si no le encontramos el contenedor adecuado, lo rechazamos directamente.
Vamos con la metáfora, quizás vivimos tan dispersos que seguramente nuestros pensamientos, emociones y acciones no siguen una coherencia interna, están separados, uno en cada recipiente, como si pertenecieran a personas diferentes.
Aquietémonos y miremos lo que envuelve nuestros pensamientos, emociones y acciones, ¿qué hay de útil en todo esto que pueda ayudarnos a nosotros mismos y a los demás? Seguramente, nos daremos cuenta de que esta parte exterior y superficial, este envoltorio, está hecho de estrés y ansiedad y ahora, tal como es, no nos sirve para nada, pero nos cuesta mucho deshacernos de él.
Estamos a tiempo, la metáfora nos dice que podemos reciclar si nos observamos y nos hacemos conscientes de esta falta de coherencia (sin juzgar), respiramos y nos dedicamos a unir, más que a separar. Pero, ¿y lo rechazado? ¿dónde va lo rechazado? No podemos mirar hacia otro lado, todo lo rechazado tiene una energía, está vivo. Objetivamente las cosas materiales no desaparecen por arte de magia cuando las rechazamos. Quizás sería como la sombra material del planeta, ¿quizás un día tape toda la luz?
Y nuestros rechazos físicos, emocionales y mentales ¿dónde van? Tomemos conciencia, porque es una energía que busca ser amada, que busca ser iluminada, que busca ser integrada y si no somos conscientes de esto, quizás “algunos” en la sociedad, en los colectivos, en la vida cotidiana, con su forma de proceder nos muestren lo que estamos rechazando y nosotros, que somos los “buenos” de la película, no veremos ahí nuestra responsabilidad y…continuaremos el rechazo?