CUERPO Y MEDITACIÓN

En principio, lo que vemos, lo que tocamos, lo que sentimos, es nuestro cuerpo.
Es un punto medio, ya que generalmente vivimos del cuerpo (o de la forma) hacia fuera. En la meditación partiremos del cuerpo hacia adentro. Pero primero, si no hemos meditado nunca o nos cuesta hacerlo (os invito a participar en el grupo), nos crearemos un ambiente adecuado en nuestra casa: aquel rinconcito en el que nos sintamos acogidos agradablemente, sabiendo que nadie interrumpirá... Dispongamos todo agradablemente: un asiento cómodo, mejor con respaldo recto, los pies que lleguen bien asentados al suelo, deberíamos formar dos ángulos rectos con el cuerpo, la forma de un cuatro, creamos nuestro propio altar, una vela, un incienso, una música, más adelante todo eso no será necesario.
Nos sentamos cómodamente y observamos nuestro cuerpo. El cuerpo es el hilo conductor que nos permitirá entrar dentro de nosotros, es lo que tenemos aquí y ahora.


Miramos nuestra respiración unos momentos y comenzamos a mirar nuestro cuerpo, de los pies a la cabeza. Al principio, cuando calmamos el cuerpo, los pensamientos se nos presentan sin control. Tranquilos, no pasa nada, todo es un proceso. Lo único que debemos hacer es ponernos en el papel de observador/a de nosotros mismos, sin juzgar nada de lo que surja.
El cuerpo se irá relajando, pero no se abandona, ese es el motivo de una postura no forzada, tal como hemos dicho, con los pies conectados a la tierra y la cabeza creciendo hacia el cielo.
Observando el cuerpo y las sensaciones que éste nos pueda enviar, la mente se va centrando, estamos PRESENTES, estamos en PRESENCIA, observándonos sin juicios aquí y ahora.